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August 26, 2019

De Forlán a los Ídolos de Barro

Autor: José Miguel Arévalo 

Periodista Deporte Total 

El 2007 retumbó en medios de todo el mundo el anuncio del Atlético Madrid que contrataba al delantero uruguayo Diego Forlán del Villarreal, a cambio de €21M. Para una afición reconocida por su apego y apasionamiento con sus ídolos, la figura de Forlán encajaba perfectamente. Pero el flechazo duró muy poco, rápidamente el uruguayo se convirtió en el blanco de críticas e insultos, ¿la razón? Forlán se negaba a besar el sagrado escudo del Atleti, pero cuando el ariete expuso sus razones, las altisonantes voces fueron apagándose de a poco y fueron completamente acalladas por una extraordinaria campaña.

“Yo no fui hincha del club, no me crié allí. A mí, mis padres me enseñaron a respetar los símbolos y mi forma de respetarlo era no siendo falso ni populista y siendo profesional. Yo no vendo humo. Sólo beso los escudos de Peñarol y Uruguay porque me crié allí y soy hincha” explicó.

En el ambiente del fútbol boliviano se respira un aire de pobreza, económica y deportiva. La económica la sentimos a diario, con huelgas por sueldos impagos, con infraestructura decadente, con clubes pseudo-profesionales que carecen de instalaciones y equipamiento mínimamente adecuados, con árbitros infra-pagados que ni siquiera gozan de un seguro de salud.

La pobreza deportiva se le ve desde los resultados que se lleva el fútbol boliviano, en clubes y selecciones: las constantes eliminaciones en competencias internacionales de combinados nacionales en todas las categorías, las desclasificaciones de clubes en torneos continentales y la lacónica cantidad de futbolistas bolivianos en ligas extranjeras son el reflejo más elocuente.

Queda claro entonces que el fútbol boliviano queda en un absoluto estado de fragilidad, sobre todo desde su componente más sensible: los aficionados. Acumulados los fracasos y frustraciones de nuestro fútbol, el hincha boliviano no ve más alternativa en buscar refugio para su apasionamiento en futbolistas que llegan de otras latitudes. Se entregan los sentimientos más intensos a futbolistas que llegan al país atraídos enteramente por las desproporcionadas cifras económicas que se ofrecen en Bolivia, pero terminan embaucando a hinchas sedientos de ilusiones, besando escudos, arengando barras, haciendo creer que los une al fútbol boliviano un amor incondicional. Sin embargo, son los mismos que parten sin retorno en el primer vuelo una vez concluidas sus obligaciones contractuales y hasta no dudan en poner en evidencia a las instituciones que los cobijaron.

Quizás si aprendiéramos de Forlán, a no comprar humo, a no comprar falsedad ni populismo, el fútbol boliviano sería diferente. Quizás si respetáramos nuestros propios símbolos, los bolivianos, éstos serían más valiosos. Quizás así, el fútbol boliviano tendría más valor.