Leonel Justiniano, un ejemplo de superación

July 18, 2017

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Dentro de la cancha, siempre busca imponer su carácter. Lo hizo desde sus inicios y es una cualidad que, a pesar de todas las dificultades que ha atravesado, tanto en su vida personal como profesional, nunca ha perdido. En determinado momento fue, quizá, su rasgo distintivo más fuerte. Aunque hoy, siendo justos, también se destaca por muchas otras cosas. A su juego fuerte y aguerrido, le ha sumado templanza, claridad y hasta gol: en el último torneo, en el que además fue uno de los pilares del Bolívar campeón, marcó cinco tantos, igualando el mejor registro de su carrera. Pero llegar hasta ahí no ha sido nada fácil.

“Nací en Villa Pillín, un barrio de la Mutualista en el tercer y cuarto anillo. Es un lugar muy futbolero. Varios jugadores han salido de ahí y han jugado en la Liga”, cuenta a manera de comenzar su relato. Ahí empezó todo. Sin embargo, no basta con el entorno para iniciarse en el fútbol. Toda carrera se remonta al despertar de un sueño, a una revelación que conduce a una decisión determinante, y la suya no es la excepción. “Cuando mi padre me llevaba a los partidos veíamos a los niños jugar en el entretiempo, y un día le dije que quería jugar como ellos –continúa relatando–. Él me dijo que íbamos a hacer todo lo posible para conseguir una beca en la Academia Tahuichi, y una amiga de mi madre me consiguió una prueba. Yo fui con mi hermana, hice la prueba y quedé. Tenía ocho años”. Su historia había comenzado, pero el camino que tenía por delante estaba lleno de obstáculos y dificultades.

“Comencé jugando de lateral derecho en el peor equipo de la Tahuichi (risas). Había cinco equipos y yo estaba en el peor. Luego subí a mi posición actual: volante de contención”, recuerda con una sonrisa. A partir de ese momento, con mucho esfuerzo y dedicación de por medio, pasaron varios años, hasta que capturó la atención del ojo público. Los más futboleros recordarán que fue una de las piezas clave de la Selección nacional Sub-17 –donde también estaban jugadores como Samuel Galindo y Gilbert Álvarez– que estuvo a punto de conseguir la clasificación al Mundial de la categoría en el Sudamericano del 2009. “Tengo recuerdos muy buenos de ese torneo –revela con emoción–. Hubiera sido histórico para Bolivia y para nosotros ir al Mundial. Estuvimos a un gol, porque si empatábamos el último partido hubiéramos clasificado. Nos dolió mucho, pero a la vez fue algo muy lindo”. Y esa campaña, al igual que a varios de sus compañeros, fue clave para que comenzaran a abrírsele las puertas del fútbol profesional.

Su futuro estaba en La Paz, pero –al menos en un principio– no en Bolívar. “Gracias a Dios tuve la oportunidad de venir a La Paz Fútbol Club con un compañero. El presidente, que era Mauricio González, nos había hecho firmar un contrato por 3 años –recuerda–. Llegamos con lo justo. Vivíamos casi en El Alto y teníamos que bajar a entrenar todos los días a Seguencoma. Fue un mes difícil para nosotros”. Pero, ¿por qué no se dio? “Nos sacaron del equipo y ya no nos dejaban entrenar. La Tahuichi nos dijo que volvamos, pero yo le dije a mi amigo que no, que intentemos otra cosa, y fue entonces que el profe Óscar (Villegas) –que había sido su técnico en aquel Sudamericano– nos llamó y nos dio la oportunidad de jugar en la Reserva de Bolívar”, explica. Un paso importante, pero aún le quedaban algunas piedras por sortear.

Habían pasado más de dos años desde aquel torneo de selecciones que lo dio a conocer, y su momento en el fútbol de Primera estaba cada vez más cerca. “Debuté, si no recuerdo mal, en 2011, contra Real Potosí –no recuerda mal, fue tal como cuenta–. El profe (Ángel Guillermo) Hoyos me hizo jugar. Ya había sido convocado varias veces, y aunque no había tenido la posibilidad de entrar siempre estuve mentalizado en estar preparado para cuando llegue mi oportunidad. Entré al minuto sesenta, o por ahí –gran memoria, reemplazó a Ronald Rea cuando corrían 61’–, y fue muy emocionante. Estaba un poco nervioso, pero al pisar la cancha se me pasó”. Y como ese partido tuvo muchos.

Si hay algo que no se le puede reprochar a Hoyos, hoy en Universidad de Chile, es que siempre se ha mantenido firme en su convicción de darles oportunidad a los jóvenes. En cierta medida, su sucesor, el español Miguel Ángel Portugal, también lo hizo. Leonel tuvo muchas oportunidades bajo el mando de ellos dos, pero cuando llegó Xabier Azkargorta, fue teniendo cada vez menos minutos. “Yo estaba feliz por mis compañeros –expresa–. No tuve la oportunidad de jugar mucho, pero me sentía parte del equipo. Estuvimos a punto de hacer algo histórico –en la Copa Libertadores del 2014–, pero lastimosamente no se pudo”. Fue entonces cuando tomó otra decisión que, a la larga, sería fundamental para su carrera: pasó a Nacional Potosí.

“Al principio fue difícil –recuerda–. No había tenido continuidad en Bolívar y quería mostrarme más. Gracias a Dios, el profe (Marcos) Ferrufino me llamó para que vaya a Potosí y no dudé en aceptar”. Terminó redondeando una gran temporada. En total, jugó 43 partidos –tomando en cuenta la Liga y la Copa Sudamericana– y marcó nueve goles, e incluso llegó a ser el capitán del equipo en varios partidos. Números más que convincentes para que Bolívar, que aún era dueño de su pase, solicite su regreso. Aunque las cosas no terminaron siendo como uno pensaría.

“Cuando volví sólo jugué dos partidos en diez meses. Fue muy duro para mí. Estuve a punto de dejarlo todo e irme a mi casa para estar con mi familia”, confiesa. ¿Qué lo frenó? “El apoyo de mi familia, de mi madre y de mi hijo –afirma con una sonrisa–. Ellos me hablaban y me decían que esté tranquilo, que ya iban a llegar mejores momentos. Supe aguantar y gracias a Dios después de que se fueron los dos técnicos que no me habían tomado en cuenta (Eduardo Villegas y Rubén Darío Insúa) el profe Óscar (Villegas) –a estas alturas, un personaje con un rol protagónico en su carrera– asumió de forma interina y me dio la chance de jugar los siete partidos que faltaban”. Después, Beñat San José llegó a La Academia y, casi de inmediato, apostó por él para conformar la columna vertebral del equipo.

“Es un excelente técnico y una grandísima persona. Le debo mucho”, opina Leo respecto al español. Pero, sin duda alguna, el técnico también le debe a él gran parte de su éxito en el país. Ha jugado en gran nivel durante toda la temporada, incluso reponiéndose a lo que considera el peor momento de su vida: el fallecimiento de su hermana.

“Fue algo durísimo, un golpe que no le deseo a nadie. Sigo sintiendo su pérdida”, comenta con mucho pesar. Y no es para menos, tomando en cuenta la importancia que tuvo a lo largo de toda su vida. Por eso, después de dos partidos en los que, anímicamente, no estaba para jugar –se perdió el primero por acumulación de tarjetas amarillas y entró para jugar los minutos finales del segundo–, volvió para rendirle un homenaje muy emotivo. Fue en el segundo Clásico del torneo, un partido clave para las aspiraciones celestes que terminó con victoria por 3-1: marcó dos goles siendo el capitán y la figura del equipo. “Significó mucho para mí –manifiesta–. Sólo quería hacer un gol para dedicárselo a ella, pero terminé haciendo dos. Fue muy significativo para mí”. En ese momento, Bolívar se sintió campeón. Y él, que terminó el partido con lágrimas en los ojos, cumplió con su cometido y, además, conmovió a toda la parcialidad celeste, que intentó hacerle sentir todo su cariño ante esa difícil situación.

Desde entonces, su festejo mirando y apuntando al cielo con las dos manos se ha convertido en una constante a la hora de celebrar sus tantos, algo que intentará repetir en sus próximas apariciones con la camiseta de la Selección mayor, que vistió por primera vez este año. “Era un sueño que tenía desde niño –rememora–. Volví a sentir lo que había sentido en el Sudamericano Sub-17”. Seguramente, oportunidades no le faltarán.

Entre sus demás objetivos profesionales, hay uno para el que se siente listo: jugar en un equipo del exterior. “Es mi gran deseo desde chico. Creo que estoy preparado para hacerlo. Todavía no se ha dado la chance, pero seguiré trabajando. (…)Siempre me gustó el fútbol brasilero. Cuando estaba en la Tahuichi viajé a jugar muchas veces a Brasil y me volví fanático de su fútbol, aunque, siendo sincero, me gustaría llegar a la liga española”, confiesa desbordando la misma confianza que irradia en la cancha, pero con la humildad y la sencillez que lo ha llevado a hacerse un nombre como uno de los jugadores más destacados del fútbol nacional.

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