El líder que cambió su vida al pisar Bolivia

October 9, 2016

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Pablo Daniel Escobar Olivetti es considerado un ídolo, pero es más que eso, es un emblema del Club The Strongest y se ha ganado un lugar en el podio de los jugadores más importantes de la historia de uno de los equipos más importantes del fútbol en Bolivia con goles, títulos y un carisma que lo hace distinto al resto. Es un líder, y asumió su rol en el día a día del Club al que llegó en 2005 y al que volvió por segunda vez en 2011 para quedarse, quién sabe, para siempre.

 

Paraguayo de nacimiento y boliviano por decisión. Pablo recuerda el momento que más lo marcó en la vida, fue el momento de dejar la comodidad de su casa en Asunción, y decidir apostar por su pasión, “Van a ser 20 años que me fui de mi casa y nunca imagine que me iba a cambiar así la vida, yo pensé que me volvía a los seis meses”.  Es que Pablo –como todos los que luchan por un sueño- tuvo que pasar por todas las cosas que pasan los futbolistas que van buscando abrir puertas a base de talento. Trabajó de mensajero en Paraguay en el Banco de donde trabajaba su padre. Fue secretario de un juez y comenzó a estudiar derecho, pero tras un año de triplicar funciones entre trabajo, estudios y entrenamientos en Nacional de Paraguay –que fue el segundo club en su ciudad luego de su formación en Olimpia- decidió partir a la Argentina.

 

Jugando en Gimnasia y Esgrima de Jujuy encontró su verdadero destino, Carlos Ángel López, ídolo de Bolívar en ese entonces, logró convencerlo de venir a probar suerte en Bolivia; El Zurdo López, quería tenerlo en uno de los grandes paceños, aunque Pablo no sabe eso, la intención era que quede en la Academia, pero para el joven Escobar, cruzar la frontera, ya era una chance nueva  de renovar fuerzas para pelear por sus sueños que venían complicados y llenos de obstáculos: “Tuve varias ocasiones difíciles donde pensé que tenía que dejar el fútbol y volver a casa, es que en la carrera de un futbolista son más los momentos difíciles que los buenos y sobre todo en esa búsqueda por alcanzar nuestros sueños”.

 

Una vez en nuestro país, su primer equipo fue San José, compañero de Walter Flores entre otros, siendo parte de un equipo que dio mucho que hablar, no lograron el título, pero tuvieron una gran campaña y Escobar tuvo mucho que ver en eso, “Me costó acomodarme, el primer semestre no fue fácil, pero había un grupo muy lindo que me abrió las puertas, ya en el segundo semestre agarre continuidad e hice muchos goles en San José, a mis compañeros y al Club lo recuerdo siempre con mucho cariño”. Esa campaña le valió su primer contrato importante en La Paz, quizás sin sospechar lo que se le venía más adelante, firmó para The Strongest en 2005 y así selló un vínculo que probablemente dure para toda la vida.

 

Esa primera temporada en el Tigre, dejó huella, tanto, que tras su salida al fútbol de Paraguay, The Strongest le ofreció volver para el año del Centenario, Pablo era un invitado e lujo, volvió a calzarse la 10 en un año especial para el Club, pero faltaba algo -los títulos- esos que lo ponen hoy como uno de los principales referentes del decano del fútbol boliviano, esos llegaron luego y con cargas históricas que tiene su peso en la espalda del capitán, se fue a Brasil y su regreso se hizo esperar: “Yo volví con las ganas de siempre por conseguir muchas cosas, volví en agosto de 2011 y en diciembre ya éramos campeones, luego vino esa seguidilla de títulos”, el famoso 4 de 5 incluido el tricampeonato. “Era un gran equipo de grandes compañeros, y eso fue fundamental, yo pude sumar algo más de experiencia que gané en mi carrera jugando fuera del país en Cerro y en Brasil, donde las condiciones son difíciles para todos los futbolistas”.

 

En 2008 el jugador decidió comenzar sus trámites de nacionalización, “lo pagué yo, lo inicié yo, nadie me lo pidió”, aclara al ser consultado el jugador que ya en ese entonces tenía a Mateo, el primero de sus tres hijos varones paceños.  “No era una locura, era todo lo contrario,  Bolivia me dio y me sigue dando mucho y adquirir la nacionalidad me daba derechos y obligaciones que quería asumir, y  que evidentemente relacionadas con mi trabajo, me daban la oportunidad de serle útil al país en la Selección si lo creían necesario”. Y es que La Verde es un capítulo aparte en su vida, al consultarle a Pablo sobre un momento deportivo que lo haya marcado, sigue recordando aquella tarde del nueve de junio de 2012 en el Hernando Siles, su primer partido frente a Paraguay: “Esa tarde viví el punto máximo de mis emociones en lo profesional, nunca antes había imaginado cantar los dos himnos en una cancha, hasta ese momento siempre pensé que podía jugar por Paraguay. Yo llegué a Bolivia a mis 25 años y nunca antes había imaginado jugar en contra; Pero se dio esa oportunidad y además pude hacer dos bonitos goles aquella tarde que me marcaron para siempre”.

 

Lo que pasó después de ese partido sigue siendo algo que quedará entre Pablo y su familia, pero la Selección lo volvió a necesitar, primero con Mauricio Soria y ahora con Ángel Guillermo Hoyos – que fue, la más sorpresiva de sus convocatorias- “No me lo esperaba, porque con el profesor Hoyos nunca había trabajado, no había jugado aún en la Liga en esta temporada y por eso me sorprendió, pero fue un gran desafío. Porque si las cosas no salían bien, iban a caer con todo sobre algunos jugadores entre los cuales estaba yo. Son esas responsabilidades del oficio que tenemos que asumir. Esperamos que la Selección siga bien más allá de quién esté”.

 

“Yo amo lo que hago y me encanta hacerlo, compartir con mis compañeros, buscar el máximo rendimiento de todos, buscando que todos cumplan las exigencias que hay. Intento demostrar ese compromiso con el grupo. Como uno de los más grandes, es algo que debo hacer, es nuestro rol en nuestro vestuario”. Esas palabras de Pablo definen mejor que nada al mismo Escobar, uno de los últimos ídolos del fútbol boliviano y que vive en Achumani, al frente del estadio Rafael Mendoza Castellón, donde pasa la mayor parte del tiempo desde que vive en Bolivia, imagina un futuro similar, en casa tomando mate rodeado de lo más importante que tiene, Daniela -su esposa- y sus hijos, Florencia, Mateo, Benjamín y Agustín; Viviendo cerca de su trabajo, porque se ilusiona con seguir ligado al Club cuando termine una exitosa carrera como futbolista, aportando al equipo con el que cambió su vida y con el que cambió la vida de miles de hinchas en más de 10 años de fútbol.

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