Gabriel Sotomayor, el fútbol premia al que nunca se rinde

June 1, 2025

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Hay caminos que no se trazan con tinta ni se recorren con certezas. Se construyen con madrugadas frías, con entrenamientos en soledad, con silencios más largos que las celebraciones. Mientras muchos vuelven a casa después del trabajo, pocos van al gimnasio, mientras otros planean salidas, pocos se ponen los botines para seguir buscando sus sueños. Porque soñar con ser futbolista profesional y por sobre todo llegar a defender los colores de tu Selección no es solo patear una pelota; es también resistir cuando las cosas no salen, cuando el teléfono no suena, cuando ver tu nombre en la lista parece lejano.

Su primera experiencia en el fútbol internacional —lejos del país, lejos de la familia, lejos de todo lo conocido— no solo fue un salto deportivo, fue una prueba de carácter. Y la pasó. De jugar en canchas complicadas y esperar su oportunidad en la banca de suplentes, a ser parte de una lista que ilusiona a millones, su historia es un espejo donde muchos pueden verse.

Esta no es solo la historia de un jugador que fue convocado. Es la historia de alguien que eligió no rendirse. Que apostó por sí mismo cuando era más fácil quedarse. Que cruzó fronteras, literal y emocionalmente, para llegar a este momento. En esta nota, repasamos su recorrido, sus aprendizajes, sus días difíciles y, sobre todo, su fe inquebrantable en que tarde o temprano, el fútbol —como la vida— te devuelve lo que diste.

En esta edición de Cábala tenemos como protagonista a Gabriel Sotomayor, su historia comenzó en el calor del Chaco boliviano, en las canchas menos televisadas y más sinceras del fútbol nacional. A los 16 años, con más ganas que certezas, se sumó a la reserva de Petrolero del Chaco. No necesitaba más que un balón, un par de botines y esa determinación que solo tienen los que sueñan en grande. Medio año después, su talento ya hablaba por él ya que apareció The Strongest en su vida y lo fichó cuando tenía apenas 17 años, y ahí empezó el verdadero desafío: escalar desde las divisiones menores hasta el primer equipo de uno de los clubes más grandes del país.

Vestir la camiseta aurinegra ya era un logro, su debut profesional no fue solo una fecha en el calendario, fue un punto de quiebre en su vida. “Un sueño hecho realidad”, dice con la voz de quien aún revive ese día con los ojos cerrados. Era el momento que había imaginado mil veces en la cabeza, y sin embargo, cuando llegó, no quiso que se le escapara entre los nervios.

Le preguntamos cómo manejó las emociones en ese instante, y su respuesta dice mucho sobre su personalidad: “Más que los nervios y la ansiedad, trataba de disfrutar el momento por el cual había soñado”. No es casual que lo haya logrado. Ser jugador profesional no fue nunca una casualidad para él, sino una meta clara, una construcción diaria. No jugaba por jugar: jugaba para cumplir un sueño. Y en esa convicción firme encontró la fuerza para avanzar, incluso cuando el camino no era fácil.

En un entorno donde muchos se deslumbran rápido, él mantuvo los pies en la tierra. El fútbol fue su destino, pero también su escuela de vida. Aprendió a competir, a esperar su oportunidad, a confiar en el proceso. Y lo más importante: nunca dejó de creer en sí mismo. Tras su llegada a The Strongest en 2019 fue acumulando minutos con la camiseta atigrada, con más de 3000 minutos y un par de decenas de goles pudo alzar el trofeo de campeón en 2023.

Esa fe lo llevó a cruzar fronteras y vivir su primera experiencia internacional, lejos de Bolivia. A pesar de los retos, no se desvió de su rumbo. Hoy, esa constancia lo pone frente al escudo más deseado: el de la Selección Nacional. Y mientras se alista para ponerse la Verde, sabe que detrás de ese momento hay años de sacrificio, días intensos de trabajo, sueños en voz baja y una historia que recién comienza a escribirse.

A lo largo de su camino, supo que el talento no alcanza sin aprendizaje constante. Por eso, una de sus mayores virtudes fue escuchar, “Siempre trataba de aprender de todos los entrenadores”, dice Gabriel, siendo consciente de que cada director técnico, cada corrección en un entrenamiento, cada charla en el vestuario, sumaron en la construcción del jugador que es hoy. 

Esa actitud también lo llevó a pensar más allá de lo inmediato. Sus metas están claras y no se andan con rodeos: “Jugar y consolidarme en la selección nacional de mi país”. No lo dice como un deseo vago, sino como una promesa que se renueva con cada entrenamiento, con cada sacrificio lejos de casa, con cada jornada de esfuerzo en una liga que le exige más que nunca. Consolidarse no es solo llegar, es mantenerse, crecer y hacerse indispensable. 

La primera convocatoria a la Verde fue un momento inolvidable. No llegó en medio de reflectores ni cámaras, sino en el silencio de la rutina, cuando salía de entrenar. “Recuerdo que salía de entrenar ese día y me entra un llamado diciendo que sería convocado para la selección. Lo recibí con mucha alegría”, cuenta Gabriel. Esa llamada fue el reconocimiento a los años de lucha, al niño que soñaba y al joven que seguía creyendo.

Vestir la camiseta de la Selección no es solo un privilegio para él, es una responsabilidad que asume con emoción y respeto y así lo expresa: “Es un honor vestir la camiseta de mi país. Una responsabilidad muy bonita”, menciona desde su corta experiencia pero con la certeza de que esa camiseta Verde carga con la ilusión de millones, con el peso de la historia, con el deseo de un país que quiere volver a tener días de gloria.

Aunque el camino no siempre fue fácil, hoy está parado donde soñó estar: con la Verde en el pecho y la convicción de que lo mejor todavía está por venir. Su primera experiencia fuera del país lo llevó a Malta, un destino poco habitual para futbolistas bolivianos, pero que se transformó en una etapa clave para su crecimiento. “Mi primera experiencia fuera del país en el fútbol fue bastante desafiante, pero también una gran oportunidad de aprendizaje”, asegura. En ese nuevo entorno, supo adaptarse, marcar goles importantes y ser parte de una campaña que clasificó a su equipo a la UEFA Conference League, dejando claro que su fútbol puede rendir en cualquier escenario.

Con la mirada puesta en los próximos partidos de las Eliminatorias rumbo al Mundial 2026, se lo nota esperanzado y convencido de que la Selección puede dar la sorpresa, “estamos bien, motivados e ilusionados, porque estamos a partidos de hacer historia”, afirma Gabriel. Sabe que el camino no será fácil, pero confía en la unión del grupo y en el empuje de toda una nación que, pese a las dificultades, sigue creyendo.

Por eso, su mensaje final a todos los bolivianos es directo y sentido: “Les diría que sigamos apoyando a nuestra Selección con entusiasmo y pasión. Los resultados pueden variar, pero el espíritu de equipo y la perseverancia son más importantes”. Palabras que no solo reflejan su madurez, sino también su compromiso con el país y con una generación que sueña con devolverle a Bolivia el protagonismo que alguna vez tuvo en el fútbol mundial.

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