Ronald Raldes, llevando el liderazgo como filosofía de vida

May 17, 2017

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Hablar de Ronald Raldes es hablar de un referente de la selección de Bolivia, son más de 15 años de trayectoria jugando por La Verde y es sinónimo de capitanía por su liderazgo y por su forma de vivir el fútbol donde esté. Hincha de Oriente, querendón de su familia, un jugador que respeta la profesión y su pasión desde sus inicios hasta su presente, en el que no sólo juega al fútbol, si no que piensa en devolverle todo lo que le dio desde otra faceta, ese es el dueño del Balón de Oro en CÁBALA #8, quizás el referente más importante de nuestro fútbol en el inicio de este siglo XXI.

 

Raldes recuerda cuál fue su primer partido oficial jugado por la selección mayor, compartió zaga con Óscar Sánchez, Juan Manuel Peña, Marco Sandy en 2002 en el Hernando Siles ante Venezuela, pero sus recuerdos más felices están relacionados con la Copa América de Perú en 2011 cuando recibió la cinta de capitán por primera vez, y claro, en los festejos de los tres goles que ha anotado con la camiseta de todos: ”Son tantas cosas que me han pasado, que siempre digo que soy un bendecido por Dios, me ha dado tanto en lo profesional, pero los momentos que uno guarda son los primeros momentos, mi debut en cada juvenil, en la mayor, el primer día que me dieron el cintillo, son cosas que no se olvidan nunca”.

 

Tampoco puede olvidar su decisión más difícil, dar un paso al costado y ver a Bolivia jugar una docena de partidos sin él, “ese fue el momento más triste, pero nunca le deseé el mal a mis compañeros, veía los partidos con amigos y familia, ellos saben lo que me dolía, pero mantenía contacto con los chicos dándoles el apoyo, porque es difícil para cualquiera jugar a ese nivel”. Sobre la decisión de renunciar a la selección de Baldivieso, prefiere decir poco: “Es un tema que no vale la pena seguir hablando, a veces comparto con Xabier Azkargorta, el que calla no siempre otorga, simplemente no vale la pena y ya está”.

Melancólico por lo que sabe se puede venir en cualquier momento, “sé que estoy al final de mi carrera, pero no me quita el sueño lo que viene, yo quiero disfrutar cada momento, vivir el día a día lo mejor que puedo, porque esto se nos acaba un día y se va a extrañar, por eso es mejor no perderme nada hoy”. Recuerda su carrera –de amplia trayectoria- pero con varios años por donde estuvo cómodo, disfruta su presente en Bolívar; club al que llegó con la intención de mostrar su vigencia y retarse a sí mismo, salir de su zona de confort y dejar a la familia lejos para disfrutar de su carrera en un nuevo reto como jugador profesional.

 

Justo con Bolívar, su tercer equipo en el país, tras iniciar en Destroyers y sus dos pasos largos en Oriente, enfrentó al equipo del que es hincha; silbidos, insultos, murmullos, que eran impensados hace algunos meses, lo lastimaron, aunque no cambia sus sentimientos con el Refinero: “Obviamente me dolió, es el club al que quiero y en el que dejé muchas cosas, pero lo tomo como lo que es, esto es fútbol y es así, pero estoy tranquilo por todo lo que hice por ellos, todo lo hice con el corazón. Yo a toda la gente de Oriente puedo verla a la cara y darle la mano, estoy agradecido por el apoyo que me dieron siempre, incluso antes de venir. La barra fue a mi casa, y eso es algo que no me olvido más, porque lo vivió mi hijo conmigo, y ese fue un momento que nos marcó mucho como hinchas”.

 

A Ronald son varios los momentos de su carrera que lo han sorprendido, sus salidas al exterior siempre fueron un fruto del resultado de las buenas decisiones que ha tomado como profesional. Un futbolista que respeta su rubro y su cuerpo, suele tener siempre este tipo de premios, disciplinado, cuidadoso en lo social, de bajo perfil mediático, fue un ícono y referente de Rosario Central en uno de los mejores momentos del fútbol argentino, un preolímpico lo catapultó al Canalla y a una ciudad donde nació su hija y que le ha robado gran parte de su corazón: “Allá es donde aprendí más, me terminé de formar como jugador profesional, Rosario es una ciudad con algo más de un millón de habitantes y sólo hay dos cuadros, Rosario y Newell’s, entonces representas a la mitad de la ciudad, y si pierdes un clásico o un partido, es difícil salir a la calle. Es una ciudad muy pasional que me ha dado mucho, el club me dio mucho, cada que veo a mi hija recuerdo todo lo que viví en Rosario Central”.

Su carrera lo ha llevado también por lugares impensados, jugó en el Al-Hilal –hoy campeón de Arabia Saudita y dirigido por Ramón Díaz- quizás fue el desafío más difícil por el cambio cultural, pero fue el gran salto económico en su vida, aunque duró sólo seis meses. Luego vino su peor experiencia como profesional, por temas externos no pudo consolidarse en el fútbol mexicano, problemas de visa, y luego de rendimiento y continuidad lo llevaron a rescindir un contrato sin mucho éxito. Entonces la nueva decisión familiar fue ir a Israel, donde la pasaron bien, pero algo le faltaba, la competitividad que vivió con Rosario Central la extrañaba y decidió pegar la vuelta, Colón de Santa Fe le volvió a dar la chance de volver a la primera del fútbol argentino “El nivel seguía siendo el mismo, el fútbol argentino siempre estuvo y está entre los cinco mejores del mundo para mí, y yo lo extrañaba, cuando terminó mi vínculo con el Maccabi Tel Aviv, deseche una oportunidad de ir a Grecia para volver a jugar en Argentina”.

 

Hablar con el “Gran Capitán” de nuestra selección es entender muchas cosas de su forma de juego, es un apasionado por lo que hace, muy dedicado a su familia y su profesión, por eso está en cada detalle como en cada pelota que juega, buscando siempre lo mejor para él y sobre todo para su familia.

 

Hace algunos años que sus prioridades han cambiado, dejando de lado algunos contratos que pudieron darle otro rumbo a él como jugador de fútbol –no se fue a la Liga de Quito- porque prefirió hacer felices a su señora Yubinka, y sus hijos Lucas, Luciana y Luna, con quienes vivió once años fuera del país: “Cuando salimos del país éramos tres, mi señora y Lucas que era un bebé, tras varios años volvimos siendo cinco, somos muy unidos porque fuimos siempre contra otras culturas, otros países, solos y juntos, somos hogareños y mi decisión de volver a jugar a Bolivia tuvo que ver con eso, los chicos nunca tuvieron estabilidad en amistades, colegios y me pidieron no volver a salir, por eso no me fui a Ecuador y decidimos volver”.

 

Ahora en La Paz, Raldes no vive con ellos, por eso no termina de sentirse completo, “nos tratamos de adaptar, ellos me hacen falta y a veces vienen o yo voy, pero saben que estoy bien y por eso vamos a ir viendo cómo logramos acomodarnos”.

 

La visión del jugador va cambiando con el tiempo, así como priorizar ahora a su familia, también siente que el día del final de la carrera está cerca, y aunque se le nota aún mucha energía por seguir jugando, en cada declaración que hace como futbolista, habla desde el lugar del experimentado que entiende el contexto y lo que necesitan sus colegas para cambiar nuestra realidad “no se me dio la oportunidad de haber llegado a un mundial, todos mis compañeros en estos quince años soñamos con eso, pero no se pudo”, dice con algo de tristeza. Sabe también que para lograr eso hay que hacer muchas cosas de manera diferente, y con varios de esos compañeros a los que hace mención, ha decidido apoyar a un club de la Asociación Cruceña de Fútbol, desde otro enfoque, apoyar un proyecto en el club Libertad y aportar para que haya una generación de futbolistas con otro apoyo en sus carreras.

Ese es Ronald Raldes, el capitán de Bolivia, un chico que comenzó pateando sus primeras pelotas en el barrio Máquina Vieja de Santa Cruz, que creció aprovechando cada oportunidad que la vida le dio para consolidarse como uno de los principales futbolistas de Bolivia, y decidiendo desafiarse en el final de su carrera, para buscar su segundo título en Bolivia, marcando a una generación que quizás sufrió más por la desorganización de nuestro fútbol que disfrutar de buenos resultados, pero convirtiéndose en el referente que necesitaba esa ilusión futbolera de Bolivia, llevando el corazón por delante en cada partido, entendiendo que defender a Bolivia implica sacrificios y nuevos hábitos, haciendo del liderazgo una filosofía de vida.

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